ENTREVISTA A JERICÓ ZAMBRANO
Estudiar y practicar yoga Iyengar con Jericó Zambrano es una experiencia enriquecedora y divertida. Te lleva de la mano desde lo simple a lo complejo en poco tiempo, con instrucciones simples y sin pretensiones. Es fácil percibir la sabiduría que surge de su experiencia, de la práctica y la observación. Me gusta su temperamento, la energía que impone su presencia en un cuerpo bien estructurado y de pequeña estatura. Es sencilla, inteligente y honesta. Sus sesiones son muy precisas y equilibradas y su manejo de la técnica es notable. Tiene el don de la empatía muy desarrollado y para un profesor de yoga esta es una cualidad muy importante. Es venezolana-chilena y vive en Santiago de Chile. Trabajó unos años como publicista hasta que se encontró con el yoga que la absorbió para hacerla parte de él. Es profesora de yoga Iyengar y viene a menudo a Lima invitada por Samadhi Yoga Iyengar Perú, dirigido por Vanessa Oviedo, a dictar talleres intensivos y clases maestras. En esta entrevista Jericó cuenta a MANTRAS URBANOS su visión del yoga, del Iyengar en particular, y de la enseñanza de esta ciencia. También compartió con nosotras su experiencia como alumna que pasó por el proceso de certificación del método Iyengar. Quienes estamos en ese trance valoramos sus consejos.
* Por Marianne Blanco / Fotos: cortesía de Samadhi Yoga Iyengar Perú
LA LESIÓN COMO VÍA DE ACCESO AL YOGA
Hay muchos caminos para llegar a una sala de yoga, y de hecho uno muy frecuente es una lesión. Buscando sanar uno acude al yoga y es probable que encuentre alivio y logre mejoría. En otros casos es el estrés, la depresión o las ganas de retarse para hacer una actividad física distinta. Todos los caminos que nos conducen al yoga son válidos y buenos. Pero quedarse, entender su profundidad y usarla para transformarnos es otra historia…
M.U. ¿Cómo te encuentras con el yoga?
J.Z. Tenía hiperlordosis y lumbago y debido al estrés en mi trabajo comencé a sufrir crisis. Renuncié para trabajar como independiente y uno de los ‘freelances’ que hacía era para una revista de terapias alternativas, allí conocí a otra diseñadora que tomaba clases de yoga Iyengar. Después de mi primera clase llegué a mi casa encantada, con ganas de seguir practicando. Iba a las clases y apuntaba cada secuencia, así los días que no iba al estudio practicaba en casa. Ni siquiera sabía cómo se escribían los nombres de las posturas… yo solo hacía un dibujito con la forma y así practicaba. Cuando mi profesora se fue a vivir a USA, me dejó su grupo de alumnos porque a pesar de que no tenía ninguna experiencia, yo era la que tenía todas sus clases apuntadas.
Esto ocurrió 8 meses después de haber tomado su primera clase de yoga, tenía 27 años y su profesora decidió que era hora de introducirla de lleno al yoga Iyengar.
M.U. ¿Cuándo te proponen enseñar cómo te preparas?
J.Z. Mi profesora me llevó a la clase de la profesora Elisa Garrido y practiqué intensa y diariamente con ella. Me enganché mucho más: empecé a comprar libros de yoga, a investigar, a indagar. Tomaba todos los talleres que podía para integrar lo que aprendía a mi práctica. Y así estuve varios años y nunca me separé del camino, siempre fue Iyengar. Poco a poco me di cuenta de que me dedicaba más a dar clases de yoga que a hacer publicidad, de que esto me apasionaba y de que tenía que dedicarme al yoga 100%.
EL PROCESO DE FORMACIÓN
Cuando Jericó entró a dar clases al estudio Yogamukti, en Santiago, la cosa se puso más seria. Los directores lograron que el maestro Faeq Biria les diera un programa de entrenamiento y fuera a Chile para guiarlos en la preparación “formal” en el método Iyengar.
J.Z. Practicábamos y estudiábamos mucho pero no sabíamos bien de qué se trataba esta formación. Teníamos dudas…
M.U. ¿Qué tipo de dudas?
J.Z. Principalmente nos preguntábamos cosas como: “si yo hago clases hace años ¿entonces todo lo que hago está mal?”, o “¿de qué me sirve titularme?”. Los que ya enseñábamos estábamos preocupados porque pensábamos que si no pasábamos el examen no podríamos seguir enseñando y muchos vivíamos de ese trabajo… Había una sensación de incertidumbre y de miedo. Entonces la primera formación generó en mí y en varios de mis compañeros una neurosis absoluta, todos vivíamos con miedo. Miedo de no pasar el examen, de no poder enseñar, de que no nos gustara, de decepcionarnos, de que eso no fuera yoga… (risas) ¡Terrible! Solo después entendimos lo valioso que había sido pasar por un proceso de formación.
M.U. ¿Qué fue para ti lo más valioso?
J.Z. Lo más valioso fue la claridad que me dio. La formación te brinda la capacidad de ver cuáles son las líneas reales que te guiarán para seguir practicando cada vez mejor o guiar a otras personas en su aprendizaje. Adquieres plena certeza de que vas por el camino correcto. No importa cuánto te tome llegar y si ahora lo entiendes o no, porque claramente sabes cuál es el camino.
M.U. ¡Y el Iyengar sí que es un camino seguro!
J.Z. Sí! Porque sabes que sigues el linaje específico de alguien admirable como lo fue Guruji, que caminó por él antes que tú. A mí me otorgó estabilidad y firmeza en mi práctica, en mis conocimientos técnicos para enseñar y ayudar a otros a entender. Ahora entiendo que enseñar no se trata solo de llegar y vomitar instrucciones..
M.U. Que pueden ser decenas…
J.Z. Claro!! ¡Mira, tengo libros de talleres que dictó Guruji (maestro Iyengar) donde aparece una asana con 85 indicaciones! Lo que esto nos enseña es que hay una infinita posibilidad dentro de esa asana. Pero al principio pareciera que uno se tuviera que aprender las 85… Y eso es estresante. Pero luego te das cuenta de que no tienes que aprender las 85. Más bien aprendes a agarrarle el gusto a la vastedad del tema y a lo infinita que es la búsqueda interior.
EL ARTE DE ENSEÑAR IYENGAR YOGA
M.U. Para un estudiante nuevo en Iyengar puede ser difícil escuchar todas esas instrucciones.
J.Z. Sí, pero creo que es más difícil para los profesores lograr abstraernos de la técnica y usarla como una herramienta de introspección. No debemos convertirnos en tecnólogos del yoga. Porque cuando enseñamos pensamos que por derivación debemos copiar todo esto que aprendimos y entregarlo tal cual… y lo cierto es que no funciona así.
M.U. Tanta información puede abrumarnos…
J.Z. En lo que atañe al Iyengar yoga hay demasiada, es imposible abarcar todo y para discriminar la información y priorizarla necesitas mucha lucidez. Creo que todo depende de la madurez en la que te encuentras durante el proceso de formación. Cuando empiezas a madurar te das cuenta de que hay pasos antes de llegar al asana que son primordiales: los yamas y niyamas. Si tú volvieras una y otra vez del asana a yamas y niyamas y los aplicaras a esta, sabrías con más claridad cómo avanzar, qué cosas utilizar y entenderías mejor tus prioridades. ¿Cuál es tu prioridad? ¿Aprender los puntos técnicos que necesitas en el asana? ¿O sentir que estás integrando con la intensidad, la comprensión, el estudio de ti mismo, la limpieza de trabajo necesarios en esa asana en particular?
M.U. ¿Cuánto influye el profesor?
J.Z. Mucho. Dependiendo de los profesores con los que uno se encuentre y de la disposición y madurez que uno tenga, la enseñanza entra más o menos. Si tienes un profesor neurótico aunque seas tranquila la enseñanza llega inevitablemente con un poco de eso. Entonces debes ir de nuevo a yamas y niyamas y analizar cómo podrías pasar lo que te entregaron por ese colador y practicarlo en ti. Si logras integrar a tu práctica lo que quede después de eso, lo transmitirás a un alumno de cualquier nivel para que él la integre.
BHOGA VERSUS YOGA
M.U. ¿Jericó qué es bhoga?
J.Z. Bhoga es cuando practicas solo para satisfacer la sensorialidad.
M.U. Gozar del estiramiento, de sudar…
J.Z. Claro. Donde se percibe fácilmente es en las personas muy flexibles que en general te dicen que no “sienten” nada, porque no llegan al máximo de su flexibilidad. Bhoga es la búsqueda de sentir una sensación en vez de estudiar qué está haciendo cada parte de tu cuerpo en ese momento de la asana en particular.
M.U. Puro placer
J.Z. Casi. Cuando trabajas solo desde bhoga, desde satisfacer tus sentidos, te quedas en una capa muy superficial, en la que los ojos ven, la piel se siente o sientes el sudor en la piel pero desde la sensación de lo más externo. Y allí te puedes quedar mucho tiempo… y no necesariamente hay que juzgarlo como malo. Pero sí debes saber que para ingresar más, tienes que ir más a yoga que a bhoga. Y en el yoga va a llegar un momento en el que tienes que dejar de hacer. El hacer constantemente está mucho más enlazado con bhoga que con yoga.
M.U. ¿Y cómo hacer para no hacer?
J.Z. Es complicado… pero no imposible. Me has hecho recordar una oportunidad en la que en clase haciendo sirsana había dado demasiadas instrucciones y dije: “ahora sean sirsana, dejen de hacer sirsana y conecten sirsana, estén en sirsana”. Cuando mis alumnos bajaron de la postura una alumna tenía una cara de felicidad absoluta y me dijo que era la primera vez que había “estado en sirsana”… porque dejó de estar en su mente. Los sentidos de percepción se conectan directamente con la mente para alterarla y llevarla de un lado a otro. Yo reconozco que no me pasa siempre eso de “estar” durante 5 minutos, todavía no lo consigo excepto a veces cuando estoy en pranayama. Pero cuando tienes esos pequeños destellos de estar y no estar y de solo Ser, eres el asana. Allí creo que estás más cerca de la intención del yoga y más lejos de cruzarte con el bhoga.
M.U. ¿Solo con la práctica se puede lograr eso?
J.Z. Claro, por eso Guruji decía que “la práctica lo es todo”. Y Patthabi Jois decía “99% práctica 1% de teoría”. La teoría se refiere a la mente porque el hombre es un ser mental. Nuestra conexión con quienes somos en general está hecha desde la idea de quiénes somos. Cuando practicamos se enfrenta la idea de quiénes somos contra lo que somos en realidad. En ese análisis comparativo uno cambia la idea sobre sí mismo y si Dios quiere se transforma. En la medida en que transformes tu Sí-mismo reeducarás tu mente para entender lo que esta recibe y cómo lo procesa. Así logramos una práctica más silenciosa, ecuánime y tranquila.
M.U. ¿Por qué en las clases de Iyengar yoga hay mucha gente madura y poca gente joven?
J.Z. Creo que el Iyengar se hizo popular por su aspecto terapéutico y se percibe como un método para enfermos. Por eso la gente cree que es un método estático y por lo tanto, aburrido. Para un joven que busca ponerse en forma no es lo más atractivo. Los niños y jóvenes necesitan movimiento para conectarse con ellos mismos pues van hacia fuera, hacia el mundo, más que hacia adentro. El movimiento los llama. Pero a los 40 uno está en otra cosa y por lo general uno tiene alguna lesión y busca ayuda. Ya experimentaste dolor y estás en una etapa en la que andas estresado y quieres más calma. Ya conoces algo del mundo y quieres ir un poco más hacia ti, entonces es normal que busques algo más tranquilo. Sin embargo relacionar el método Iyengar únicamente con una práctica estática es no conocer bien la propuesta de este método. Por ejemplo las secuencias metodológicas que nos dio el maestro Faeq Biria para que enseñáramos a personas nuevas en Iyengar son de pleno movimiento. Había pocas posturas que se repetían mucho y esto generaba mucho movimiento. La razón es que cuando nos enfrentamos a gente que no conoce nada de yoga nuestro primer frente de encuentro tiene que ser el movimiento, tiene que ser rescatar el flujo de la energía interna de cada uno. Eso no se puede hacer acostando a la gente en supta tadasana (una postura) diciéndoles: “busquen en las capas internas de la piel que van contra el esternón izquierdo superior…” ¡Al inicio a la gente incluso le cuesta identificar cuál es el lado izquierdo y el derecho de su cuerpo!
Tener el conocimiento per se, no significa que uno pueda enseñar bien, ni te hace un buen practicante.
DE ALUMNOS A PROFESORES
M.U. ¿Qué cualidades necesitamos para ser buenos profesores?
J.Z. Aquellas que tienen que ver con tu capacidad para vincularte con el otro, para verlo, para entenderlo. Es rescatar tu intuición usando todo ese cuerpo de información que te entregan en la formación para convertirlo en conocimiento aplicable, y, si Dios te acompaña, algún día convertirlo en sabiduría.
M.U. ¿Cómo equilibrar los conocimientos técnicos que nos enseñan en la formación y lo que sentimos que necesitan nuestros alumnos?
J.Z. En cuanto a la enseñanza, todos cuando empezamos a enseñar Iyengar partimos de la tecnocracia, de validarnos a nosotros mismos por la cantidad de información que tenemos. Al cabo del tiempo lo que a mí me sucedió fue que comencé a “rescatar” la información como si se tratara de un fichero en una biblioteca. Busco tener la lucidez para encontrar lo que necesito en esa biblioteca, en el momento presente, con los alumnos con los que estoy. Si estoy dando una clase con principiantes me voy al movimiento porque me doy cuenta de que necesitan entender que hay energía dentro de su cuerpo para moverse. Sé que primero deben entender cómo manejar sus piernas, sus pies, empezar a crear todo desde la consciencia de qué los sostiene y hacia dónde los lleva. Creo que esa es una de las cosas maravillosas del Iyengar: que cuando te enseñan a ser profesor te enseñan de dónde viene todo, cuáles son las raíces de los movimientos y de las acciones, y una vez que tú tienes eso te das cuenta de que no importa si una clase entera está fundada solamente en dos instrucciones. No tienes por qué darles al inicio instrucciones tan sutiles. Yo tengo que quemarme en el fuego de la neurosis de la información, esa es mi responsabilidad como profesora, pero lo que yo entrego no puede ser así. Y tengo que ser cada vez mejor ser humano para entender que hay gente que entiende a otro ritmo o que tiene mucha menos conexión, que tiene lesiones, miedos, inseguridades, problemas… Cuando hace unos años el maestro Faeq nos dijo que practicar yoga era convertirnos en mejores seres humanos a mí me caló el alma porque venía de dar examen tras examen. Nos dijo “Si ustedes no están practicando y no están aprendiendo a ser mejores seres humanos están perdiendo su tiempo”. Entiéndase que, en el momento que uno decide hacerse profesor también se está casando con el compromiso de forjarse como si fuera de fierro, para después convertirnos en un diamante y ojalá ser reflejo de la luz del yoga para otros. Pero ese es un compromiso en el que el estudiante tiene que meditar para saber si está dispuesto a hacer. Esto solo se consigue con la experiencia de enseñar, en circunstancias adversas y a personas de todo tipo.
Ser mejor profesor no es tener más títulos.
M.U. El título no te hace mejor profesor…
J.Z. Claro que no. Aunque hay personas que necesitan tener un examen ad portas para ordenarse y seguir practicando hasta lograrlo. Hay otros que dan el examen del Intro 2 porque los avala para ser profesores internacionalmente y luego no dan ningún otro examen, ni toman cursos, ni nada, nunca se autoevalúan, no se exponen, se quedan con su clase haciendo lo mismo durante años… Pero ¿quién soy yo para decir que no es un buen practicante si no estoy dentro de su piel, de su realidad entendiendo qué le pasa y cómo lo lleva?
El yoga es conexión con el universo, es UNION contigo, con todo. ¡Quién soy yo para juzgar el camino de nadie!
M.U. O para decir que un método de yoga es mejor que otro…
J.Z. Esa es una discusión que odio. Vuelvo a yamas y niyamas… por favor el yoga es yoga.
Ser mejor ser humano implica tolerar que los demás tengan caminos propios.
EL YOGA ES UNO
M.U. ¿Has probado otros tipos de yoga?
J.Z. ¡Sí! He hecho Ashtanga, Kundalini, Bikram y Hatha Yoga Integral para conocer de qué se trataban y entender mejor a mis alumnos que practicaban otros métodos. Creo que todos tienen cosas atractivas en la forma cómo se manejan. A mí en particular ninguna me gustó tanto como para quedarme y me di cuenta de que me gusta lo que hago: el yoga Iyengar.
M.U. Es bueno también reafirmar que estamos en el camino correcto ¿no?
J.Z. ¡Claro! Además me permite explicar el método a estos alumnos. Si vienen del Ashtanga me dicen que en Iyengar no nos movemos… Es obvio que en Iyengar no nos movemos de esa manera, pero nos movemos y tenemos secuencias muy dinámicas! O los que practican Kundalini me dicen que no manejamos la energía y no hacemos pranayama, y les respondo: “bueno no como ustedes pero sí hacemos pranayama y sí movilizamos energía. No es lo mismo pero buscamos lo mismo”. No me gusta juzgar los otros métodos. Si lees los textos de Guruji él siempre fue muy preciso en afirmar que el yoga es uno y que fueron los demás quienes llamaron Yoga Iyengar a su propuesta.
M.U. Muchas personas creen que el yoga es meramente físico y no lo ven como un camino espiritual
J.Z. Es que estamos acostumbrados a relacionar espiritualidad con religión. Espirituales somos todos los seres humanos en la medida que podemos. El espíritu tiene que ver para mí con este mensaje de ser mejor ser humano, de verte en los otros. Espiritualidad es la capacidad de absorberte en todo: como la práctica yóguica que te lleva a descubrirte pues empiezas a ver más. Cuando tus ojos se abren ante la evidencia de la observación te vuelves más sensible a otros, por lo que tu espiritualidad aumenta ya que te conviertes en un reflejo de los otros y los otros se transforman en tu espejo. Es así como dejamos de vivir individualizados. Cuando practico yoga puedo integrar a todos, practicantes y no practicantes de yoga, y puedo compartir con los demás aunque no tengamos los mismos intereses.
LA PROPUESTA DEL MAESTRO IYENGAR
M.U. A partir del trabajo físico llegas a esa espiritualidad…
J.Z. Sí y por eso me hace sentido el Iyengar, porque vas desde lo más grueso hasta lo más sutil. Hay personas que me han dicho que en Iyengar no consideramos la energía… Yo contesto que el concepto sobre lo que es energía es muy subjetivo, es una construcción mental. Es difícil llegar a un consenso. Pero el cuerpo es el cuerpo y sabemos ‘grosso modo’ cómo funciona su anatomía. Todos sabemos y sentimos que si muevo de una manera la mano estará en una posición dada. A partir de eso que es tangible puedo ir observando cada vez más fino: sé dónde está y cuáles serán las consecuencias de moverla. Para ir a lo más sutil partimos de la sensorialidad. Pero ¿cómo llegar a las capas más internas y sutiles? ¿Cómo llegar a esa percepción tan sutil tan consciente que tenía Guruji que decía que cada poro es un ojo que puede percibir, estar alerta y participar de la acción que tiene que sostener.
M.U. Es un nivel de consciencia muy superior…
J.Z. Para mí su aproximación tiene mucho sentido. Los occidentales somos racionalistas, cartesianos, y nuestra manera de entender va desde lo más grueso a lo más fino. Para nosotros es difícil entender las ideas de los indios. Su filosofía es como en espiral, no tiene la secuencia lógica lineal del pensamiento occidental. El maestro Iyengar se encargó de explicar de una manera práctica y con un lenguaje lineal conceptos filosóficos indios basados en abstracción pura. En eso creo que radica la genialidad del maestro Iyengar y explica porqué su método se expandió de esa forma en Occidente. ¿Cuál es nuestra primera aproximación a la vida? La materia… y ¿qué es lo que mejor puedo manejar con mi voluntad? Mi cuerpo físico. A partir de esa voluntad y ese movimiento puedo ir descubriendo qué hay más allá de eso. Moverme genera una consecuencia: hay una acción y una reacción. Y en ese viaje me ocupo de mi mente, que es un monstruo. Pero llega un momento en el que percibo algo más allá.
M.U. Que es cuando está el observador, el objeto observado y algo detrás…
J.Z. Sí, cuando puedes ver la diferencia entre los 3: el cuerpo, la mente y algo más, dale el nombre que quieras. Ese algo más está interrelacionado con el cuerpo y la mente pero hay momentos en los que te das cuenta de que ese algo más no necesita ni de la mente, ni del cuerpo pero existe… ¿Cómo eso no te va a volver espiritual? Me doy cuenta de que no soy solo cuerpo, ni solo mente, sino que hay algo más que no sé cómo describir pero que está allí. No puedo negar su existencia pues lo estoy vivenciando. Después de eso ya no hay vuelta atrás. Cuando entramos a la postura final, savasana (que significa cadáver) matamos al cuerpo y la mente no tiene donde habitar y lo único que queda es tu esencia.
M.U. Es difícil el savasana…
J.Z. ¡Muy difícil porque la mente no quiere soltar!
M.U. Por eso ayuda mucho poner peso sobre la frente…
J.Z. ¿Has visto las fotos de Guruji haciendo savasana? Son impresionantes… tiene pesas en las palmas de las manos, sobre los muslos, en todos lados… Incluso una venda sobre la frente con un par de pesitas que permitían que su lóbulo frontal se expandiera… y estaba allí mucho rato. La sensación es que te derrites contra el piso y esa absorción te brinda atisbos de ser otra cosa.
M.U. ¿Jericó cómo haces para que tus alumnos entiendan que hay algo más profundo detrás de la práctica?
J.Z. Lo primero que puedes intentar es ser un ejemplo. Si el alumno ve que estás demasiado enfrascado en Hacer y en que haga una postura perfecta, pensará que el Iyengar es solo eso. Pero si usas la instrucción para que tu alumno construya una percepción de sí mismo a través de su autoanálisis, eso le da más profundidad a lo que hace. No podrás mantener en tu cuerpo nada que no hayas experimentado y un profesor no podrá enseñar nada que no haya practicado.
LA IMPORTANCIA DE LA PRÁCTICA PERSONAL
M.U. La práctica personal es fundamental ¿no?
J.Z. Uno debe disciplinarse para practicar sí o sí. Debemos sacarnos de la cabeza la idea de que la práctica personal es una secuencia larga con 40 posturas durante 3 horas… Cuando te preparas para un examen de formación de yoga tienes un objetivo, pero esto es distinto a tu práctica personal. La práctica personal te debe acompañar siempre, sin importar la circunstancia puntual y debería ser un espacio de estudio sobre nosotros mismos. Cuando uno se está formando para pasar una evaluación debemos tener claro que el esquema de prácticas propuesto se debe convertir en una herramienta para nuestra práctica personal. Es cierto que trabajar con el cronómetro te da resistencia y fortaleza pero es preciso usar ese tiempo en revisar tu postura, crear más acciones internas. Cuando eso sucede estamos en un estado distinto de práctica.
M.U. ¿Tienes algún método para lograrlo?
J.Z. Yo siempre trabajo como si estuviera construyendo un edificio desde los pies a la cabeza. Cuando termino en la punta de la cabeza vuelvo a los pies y vuelvo a revisar cada acción. Es una especie de mantra que me permite circular en la postura permanentemente sin estrés. Es el estado desde donde practicas lo que hace que sea más o menos soportable.
M.U. Hay algunos días poco propicios para practicar
J.Z. Sí y hay que ser tolerantes con nosotros mismos…
M.U. ¿Para los que nos preparamos para una evaluación cómo debería ser la práctica personal?
J.Z. Lo óptimo es practicar todos los días.
M.U. ¿Y si tomas clases?
J.Z. Tomar una clase por semana
M.U. ¿Y si tomas clases 3 veces por semana? ¿Esos días además deberíamos hacer nuestra práctica personal?
J.Z. Si porque esa práctica no tiene que durar 3 horas… Si tienes solo media hora o 20 minutos te organizas y practicas. Esa es la manera de disciplinarte para entender que tu práctica es un espacio de observación. Aprovecha esos minutos para trabajar lo que más te cuesta entender en tu cuerpo… la rodilla, la pelvis, etc. Dedica ese tiempo a observar qué pasa si lo hago de tal manera o si lo hago de otra forma. Se te va a pasar la media hora volando, pero hiciste tu svadhyaya (práctica).
CONTACTO CON GURUJI
M.U. ¿Conociste a Guruji personalmente?
J.Z. Sí
M.U. ¿Cuál fue tu impresión?
J.Z. Fue increíble… La primera vez que uno va a Pune paga el noviciado. Estás entre asustado, nervioso y agobiado. Tengo una recolección de sensaciones de su presencia. Muchas veces estaba practicando con la cabeza abajo y sentía cuando él entraba a la sala, sentía su energía… Te volteabas y allí venía él caminando. Era un personaje energéticamente muy potente. Contacto directo con él casi no tuve porque su figura era muy potente y como siempre estaba rodeado de muchos profesores y ayudantes de su instituto era intimidante. Se me acercó dos veces: una para corregirme, me pegó una patadita con el canto del pie… siento que el pie se quedó allí y nunca bajó (risas). Sentí entre vergüenza y gratitud. Otra vez haciendo una postura terapéutica que hacía como paciente también me corrigió. Lo veía practicando y dando instrucciones. Era un águila.
M.U. ¿En qué año fue eso?
J.Z. El 2011, él tenía 92 años y seguía yendo todos los días en la mañana a practicar. Era imponente. Me dio mucha pena cuando murió. El momento en el que sí tuve oportunidad de conversar con él fue cuando me fui a despedir. Bajé a la biblioteca a entregarle un regalo y me arrodillé frente a él, cuando iba a empezar a hablar me puse a llorar… (Los ojos de Jericó se humedecen y parpadean, su cara enrojece y me contagia su recuerdo cargado de emoción) Sentí un nudo en la garganta y seguí llorando. Él se inclinó y me agarró las manos y se empezó a carcajear. Me empezó a bendecir y no paraba de reír haciéndome entender que me entendía. Me quedo con la suerte de haber recibido su bendición, haber estado cerca de él sintiendo su presencia imponente. El me enseñó el ejemplo de la constancia, de la práctica diaria. Me gustó mucho también verlo como humano, verlo enojado o riéndose. No era un personaje sublime o etéreo. Era totalmente terreno pero con una genialidad que lo hacía verse a sí mismo y ser capaz de analizarse y si era posible modificarse. Me quedo con esos pequeños encuentros y con su bendición.
M.U. ¿Para alguien que está en este camino del yoga Iyengar ir a Pune (donde está el centro Iyengar, en India) te parece fundamental?
J.Z. Sí y ahora que ya no está Guruji lo más cercano a él son las personas que convivieron con él y que aprendieron directamente de él. Uno debe ir cada vez más cerca de la fuente pues la esencia original se va desvirtuando. Pero ir a Pune es un shock porque la forma en la que se enseña allá es muy cruda. No hay delicadezas, hay que pelear por los implementos y es como… tierra de nadie. Eso para los que estamos acostumbrados a practicar en un lugar lindo, limpio y con todo para todos es chocante. Además, el estudio está en una calle muy transitada y hay bocinas, gritos y mucho mucho ruido. En un momento allá creí entender porqué el yoga surgió en India: hay tanto ruido que lo necesitaban para volcarse hacia el interior (risas). Ese shock es necesario porque te baja los humos.
M.U. ¡Entonces para los profesores ir a Pune es fundamental!
J.Z. Para quien es profesor Pune es esencial sí o sí. En Pune todavía están Geeta y Prashant, los hijos de Guruji que trabajaron y estudiaron con él toda su vida y está su nieta Abhijata que dicen que es una excelente profesora. Gracias a Dios y a diferencia de muchas otras líneas, los practicantes de Iyengar tenemos Pune entonces ¿por qué no ir y beber de la fuente y comparar con lo que uno tiene filtrado y refiltrado en los lugares donde vivimos?
M.U. ¿Qué libro de Guruji te parece fundamental para un alumno que recién está empezando?
J.Z. “El árbol del yoga”. Es un libro lindo, sencillo. Es una manera de acercarte a la filosofía del yoga sin que parezca filosofía. No es evangelizador y da luces de que lo que practicamos no es solo asana. Porque si les das el libro “La luz del yoga” que tiene más de 170 posturas y fotos del maestro haciendo posturas increíbles un principiante se agobia. “El árbol del yoga” es un bonito inicio de lectura para que tengan más contenido de lo que uno por tiempo, no alcanza a discutir en clase. También es muy útil leer extractos de lecturas con nuestros alumnos y acompañar las clases prácticas con algo más, hacerles entender que esto es con ellos y para ellos.
Coordenadas de Jericó Zambrano:
Correo; z.jerico@gmail.com
www.yogamukti.cl
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