En Chile conocí a personas que cargaron mi corazón
* Texto y fotos de Giannina Rotondo – La Panadera
La gitanita en el valle; el vendedor de barros termales; la mexicana en el tour; la guía colombiana llena de vida como los paisajes del sur chileno, que usaba pantys en pleno verano. Conocí a la novia de mi mejor amiga, a quien no veía desde hacía 15 años. Dormí en su sofá, me prestaron su ropa y fui a un bautizo familiar en una casa en el bosque, lleno de amor familiar. Encontré en un riachuelo del valle del Elqui a dos niñas curiosas alertándome: “tenga mucho cuidado con su chala porque el agua se la puede llevar…”. No sabía lo que era mi “chala” ¡Podía ser cualquier cosa! Deduje que podría ser mi alma.
Cuando viajamos solos a lugares desconocidos dependemos de las relaciones humanas a corto plazo para intercambiar energía. Sin esta energía no podríamos vivir. Lo que ves es lo que sientes, los filtros caen.
Viajar sola me permitió tomar, en tres ocasiones diferentes, el último asiento disponible del bus al costado de tres diferentes hombres chilenos: un señor retirado de la fábrica de papel en Lajas quien incrédulo de mi aventura recordaba las suyas. Un joven estudiante de Turismo que me armó el itinerario perfecto para descubrir en una tarde de verano, Valdicia y su fluidez. Otro hombre con quien compartí esa experiencia de emprender nuevos sueños. Fuimos espejos de concreto con pan. Él de Osorno, yo ni de aquí, ni de allá.
El mesero de mi postre post-cumpleañero en Valparaíso en cuyos ojos reconocí el atardecer y el vino blanco frío, frío. Las noruegas compañeras de aventuras fluviales en Pucón, enfermeras sonrientes, quienes afirmaban que estaban acostumbradas a caminar sobre piedritas en la playa y que por eso no les dolía las plantas de sus pies. Toto, sus ‘dreads’ y su corazón abierto y adolorido. Comprendí sus dramas y agradecí por los míos. Y regresé y volveré.
Luego de un viaje con Chile, regresé para volver a viajar, esta vez a casa… Para andariegas como yo, los viajes a casa… esos son los mejores, los que inspiran cada célula viviente. Esos viajes quedan grabados, tu ADN está con el de tu gente. Su voz es la tuya. Sus sueños también.
Lo más importante que puedes hacer por un hijo es darle amor, enseñarle valores y darle libertad. Y cuando vuelvan se reconocerán en ti. Y así fue cuando regresé, me reconocí en la libertad que me fue otorgada, en el placer del desayuno, del almuerzo y las cenas en familia. En los árboles sembrados por mi padre. En los atardeceres de esa tierra sureña y gaucha, que ya no me es ajena, porque están ahí sembrados los sueños que de niña vi nacer.
*Giannina Rotondo es panadera por vocación y ambientalista por convicción. Es además viajera visceral, gran observadora del mundo y sus cambios y amante de la bicicleta, medio con el que distribuye sus pedidos de panes y otras cosas ricas a tu casa. Giannina tiene un acogedor local en Barranco donde encontrarás sus deliciosos panes de todo tipo para todos los gustos, sus kekes con combinaciones osadas y deliciosas, delicados jugos caseros, galletas y un menú sano y justo. Entra a nuestra guía Me Nutro donde encontrarás más información de La Panadera. https://www.mantrasurbanos.pe/?p=851
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